El necio aprendizaje

 Ni ingratitud ni desprecio. Tampoco desinterés ni pedantería. Y es que quien supo conocer el cielo pierde el interés de lo terrenal. Claro que no eres deidad, eso lo aprendí mucho antes de tí. Pero el cielo en tu risa, la luz en tu mirada supieron ser el más bello, placentero y deseado alimento a mi ser.

Y así se suceden y transcurren los días, uno a uno sin que falte momento en que la dualidad de tu imagen no diga presente en mi ya cansado ser, pues la reminiscencia de tal esplendor compartido halla ecos en cada rincón y palabra que logre percibir. Cada rincón, espacio, sonido y palabra tiene en mi impregnada tu voz, tu aroma y el recuerdo de tu inolvidable y cálido abrazo. 

Y debatiéndome sin lograr decidir si odiarte o seguirte amando, no logro transitar el camino de la paz y el perdón. Quizás sea, vida mía, que abrazo el sufrirte para hacer carne mis errores y así aprender del haber sido capaz de descuidar y perder un gran amor.

Medusa

 Creo que quiero matarlo, dijste casi susurrando. 

¿Perdón? Pregunté mientras  terminaba de arroparme para compartir el lecho. 

Perdón, quiero decir, creo que quiero matarte, dijiste volteando tu mirada hacia mí.

Mis ojos se abrieron en impóvida confusión y sólo aguardaron en silencio y sentí cómo la negrura de tus pupilas se adentraron por las puertas  de mi mirada perdida.

No reconocí tu rostro y me entumecí estupefacto, aunque lo familiar de tu esencia me animó a balbucear tímidamente con una nerviosa mueca de sonrisa. ¿Cómo decís, vida mía?

De repente veo tus manos con sus palmas arriba. Y es ahí cuando siento muy fuerte y por dentro que se me iba la vida mientras mis ojos vidriosos buscaban los tuyos, pero no pude encontrarlos. Desesperado por la angustia de no verte estiré mis manos hacia todas direcciones con el afán de sentirte hasta agotar mis últimas fuerzas.

Caí de rodillas y sólo ahí te ví. Levanté mi rostro y no te reconocí. Busqué tu sonrisa, ya no era para mí. 

Y fue allí como por última vez escuché tu dulce voz. Creo que quiero matarte, dijiste con tus manos estiradas y tus palmas hacia arriba, apretando fuerte mi aún bombeante corazón.

Y muy por lo bajo y viendo lado a lado a través de lo profundo de mi pecho aún con espasmos logré articular: no te preocupes, que ya no estoy aquí.

El terror

Relatos, leyendas, fábulas y cuentos. Mounstros de cielo y tierra, criaturas de agua y fuego. Fantasmas, horrores sin nombre. Un sin fin de recursos nunca vistos que sortean la barrera de la razón en un sin sentido absurdo que desde antaño ha aterrorizado a todo niño. El temor a la oscuridad, a las fuerzas del mal, lo sobrenatural, abominaciones, el más allá. Aprendemos a crecer venciendo cada uno de estos ridículos miedos que, desde ya, nunca nos iban a lastimar.
Mientras tanto, nuestros cuerpos crecen, la pubertad vaticina una desgracia. Se hacen adolscentes, luego adultos, fortaleciendo poco a poco lo externo, desarrollando el físico mientras en silencio afloran los sueños y deseos. ¡Ay, cuánta vulnerabilidad!
Disfrutamos caminos compartidos con terceros, alimentamos nuestros sueños, satisfacemos nuestra estima y ego al compás de los primeros amores. Escalamos en frenético éxtasis hasta quedar exhaustos. ¡Qué sentimiento más maravilloso el amor!
Pero todo culmina, por lo que si la bella historia aún no terminó, inevitablemente sabemos que lo hará.  Y es allí cuando notamos que hay miedos que nadie nos enseña, y que los seres que realmente te dañarán hasta lo más profundo de tu esencia pueden tener los rostros más bellos, las voces más suaves, y engañar de las maneras más crueles. Y es así como un día dejaste la puerta de tu desnuda alma abierta de par en par y al despertar encuentras que la pesadilla siempre estuvo aquí, que los mounstros no existen y que el miedo se llama traición de amor.

La experiencia


La ira. Truco de magia mediante el cual puedes lograr desaparecer o destruir hasta aquello que más amas. Amiga del desdén, reflejo de tus propias miserias. Seductora válvula de escape a todas tus tensiones. Prometedora y efectiva liberación inmediata.
La pérdida. Sentimiento que conlleva las tristezas más duras. Aleccionamiento que se siente profundo en el ser, entumeciendo las fibras del pecho para dificultar sentir algo más que la vuelta del mal inoportunamente liberado. Fiel compañera de la culpa y principal motor de mi vida.
Sueños. Deseos cargados de imágenes y sensaciones que nutren al alma. La llenan de vida, fuerza y vitalidad. A veces son inalcanzables, principal motor de la perseverancia. Otras pocas y en escasa dicha, alcanzables y tangibles. ¡Ay, tiemblo de sólo pensar cómo seguir!
Estímulo tras estímulo mi infancia construyó sueños de amor con personajes que luchaban por salvar, encontrar, recuperar a quienes amaban. Hermosos y destacables actos salidos de cualquier gesta heroica. Y siempre el amor triunfó.
Entre lágrimas aprendí a desear y luchar por mis sueños de amor. ¿Pero qué ocurre luego? Doncellas, princesas, amores de escuela, el barrio, reunidas en comunión con sus pretendientes. ¿Y allí termina todo? De muy chico aprendí a amar pero nunca me enseñaron a cuidar.
Una infancia repleta de fracasos. Una adolescencia de intentos. Una primera parte de la adultez con acercamientos. Y siempre los mismos resultados. Deseos, sueños, disfrute y goce. ¿Y luego? La ira que todo destruye.
Si, es cierto. Ya no soy el niño ni el adolescente del pasado. Soy la.mejor versión de mí. ¿Pero a qué costo?
La experiencia. Inevitable resultado otorgado como premio y castigo a lo mejor y lo peor que has transitado. Mutación final de la cruz del martirio y necesaria etapa para ser mejor.
El sufrimiento. Etapa de la que hoy mejor no hablar. Mecanismo de aprendizaje del más efectivo.
Hoy soy mejor que ayer y sé qué deseo para mi vida. Sé alcanzar mis sueños y creo haber aprendido a cuidarlos. 
Hoy soy mejor que ayer. Puedo ser mejor.

Perdón. 

El peso del alma enferma

 Tengo un vacío en mi pecho que me retuerce por dentro. No sé si algo muy dentro se aferra o se está dejando ir. ¡Cómo duele la vida! Cuando se escapa y cuando llega.

Creo que lo que me duele es el alma, mi vida. Sí, ha de ser eso. Está dañada hace un tiempo y no saben diagnosticarle con certeza. Me auto indiqué una buena dosis de tí. Me di cuenta que cuando mi alma se estaba yendo tus manos la mantenían conmigo.

Caminamos juntos ya tres años. A veces incluso corriamos y después nos veíamos obligados a frenar. Siempre odié las medicinas. Pero esto era distinto. La dulzura y sencillez de tu risa pequeñita y ajustada, tus ojos a veces grandes y otras agudos, pero siempre profundos y dispuestos a tranquilizarme con solo una mirada, dieron a mi alma el sostén necesario para mantenerse ergida.

Y a veces el camino era complejo por el ripio, otras por los declives y las subidas. Pero yo miraba hacia tu lado y me seguías sosteniendo. 

Y así continuamos y yo nunca me percaté de mi egoísmo inútil. Hasta que un día te noté exhausta. Tu rostro ya no sonreía, tus ojos me despreciaban. Era evidente que tanto esfuerzo te había agotado. ¡Y claro, ya era hora de que empezara a sostener mi alma solo! Maldito cómodo ingrato que resulté. 

Y así fue como quitaste tus manos de mi alma, estiraste tus ya entumecidos dedos, levantaste tu rostro sonriente hacia el horizonte, dibujaste una sonrisa y te alejaste rápidamente con tu caminata síncopada mientras yo aún absorto con mis ojos cristalizados te miraba alejarte en ansiada libertad.

Fue entonces que sin dudarlo y al grito de un desesperado no me dejes, recogí rápidamente el desastre de los piolines que sostenían mi desmoronada alma y corri al horizonte a encontrarte promrtiendote de mi alma yo cuidar.

Infanticidio

Sos un niño, me recordabas, a veces con mueca cómplice amiga de la ternura, y otras con el ceño que de tan fruncido parecía señalarme con desprecio. Y era mi inocencia de creer en mis fantasías y sueños que me convencían de saber volar. Y ciertamente estaba suspendido en etéreo lapsus cuando mis ojos se cerraban alejándome de lo mundano, descubriéndote con todo el resto de mis sentidos. Tu pecho extasiando mis labios, cobijando tus caderas con una mano e intentando abarcar tan sólo una pizca de la belleza de tu rostro con la otra. Era claro, ya había aprendido a hacerlo y no tenía miedo, la pista de tu cuerpo me era familiar y carreteaba por tu espalda hasta despegarme de la secular monotonía para ver desde lo alto lo pequeño que es el mundo cuando por fin podes volar. Suspendido, asombrado, vislumbrando absorto y sintiendo la bruma de tus cabellos en mi cara, el rocío de tus labios y el calor de mis alocadas ideas. Tus ojos fueron mi perdición. 
Pero nunca gustaste saberme tan libre y brillando entre tus brazos. Qué mayor grito de libertad que elegir volar a tu lado. Y de alguna manera me hiciste entender, que nací sin alas, que todo fue un lapsus y que ya me había elevado y luego sólo me quedó caer desde lo alto y en picada. Hay detalles del golpe que mejor no mencionar, pero sí hay algo cierto: el niño ha muerto, no hay alas ni sueños, ya nada tiene el entusiasmo y se perdió la capacidad de deslumbramiento. Algo de mi se fue con vos.

Luto

Creo que estoy de luto. No estoy seguro de a quién o a qué despido, pero siento su ausencia. Yo sigo aquí. ¿Y por dentro? ¿será por fuera? ¿O más bien alguien?  Ante la confusión me disfrazo de entereza: no hay por qué llorar sin saber por qué.  De todos modos, ese traje no me queda y prontamente cae desnudándome nuevamente. Por momentos me preocupa más comprender la pérdida y otros simplemente el placebo del desahogo. De repente suelo detener a esa mitad de mi ser que sin consultar sabotea toda mi energía en lamentar de mil maneras y buscar respuestas que no llegarán y poco importan. Lo aborrezco. Si tan sólo pudiera deshacerme de la carga de su esencia. Sin embargo, de algún modo siempre regresa. A veces creo vivir en un bucle eterno.   Creo que estoy de luto hace tiempo. No sé por qué ni por quién, pero me gustaría decir adiós antes de que me lleve consigo.

Duérmete, niño.

Si el placer ha pesado más y  has probado la carne y el aliento, sucumbido ante algún temblor arropada en sábanas sin sueños. Si la certidumbre de un abrazo sincero, las miradas que se pierden
en sonriente hipnotismo, y la promesa implícita de la más pura entrega no han sido suficientes, me acerco lentamente hacia tu espalda, me detengo por última vez embriagado en tu perfume con un lento y suave respirar, me inclino y recojo mi tesoro con cuidado, le quito el polvo y cerrando mis ojos con un beso lo despido prometiéndole no descuidarlo ni exponerlo nuevamente en vano motivado por mi instinto soñador.

Mea Culpa

Intentando dejar atrás tu recuerdo entendí que difícil sería, pues nadie abandona un tesoro que sin buscarlo supo encontrar. Y aunque mi avaro deseo quisiera el total de tu  luz abarcar, nadie puede contener un Alma libre pero sí dejarse alumbrar. Y entre tanto negarte intentando encontrar por fin mi libertad, libre me declaro finalmente para intentar tu paso alcanzar.

Esperando el deseo

Reposo en mi lecho con mis labios bien secos,
Mientras el aire estanco reposa silente.
Sin embargo por dentro me aturden mil ecos
De agudos reproches que aleccionan lo ser.

Los nervios de mis ojos han sido cortados,
El vibrar de mis tímpanos también ha cesado.
Abstraído del mundo en un lapsus indeseado
Quemándome vivo por dentro y consumiendo mi ser.

Y es el olor de mi carne quemada,
El veloz rechinar de mis pelos arder,
Sumado al recuerdo de tu dulce presencia
El doloroso reflejo de sentir mi esencia arder.

Y ya resignado sabiéndome polvo
Levanto mis ojos hacia el vasto cielo
Buscando la luna entre tanta negrura
Maldiciendo la dicha de amar como sé.

Ya expiado y purgado el penoso pecado
Más que secos marchitos los labios quedaron,
Sin dulces palabras ni tan bellos nombres
Olvidando el sentido de su propio ser.

Vacío y perdido ahora me encuentro
Tras la lobotomía de este crudo impás,
Esperando cumplir el dichoso deseo
Que sonriendo a tus ojos supe pronunciar.

Caprichosa tenacidad

¿Qué vale mas, ella o tú?
Me preguntas nuevamente
Mientras mi propio silencio
Me incomoda penitente.

Y al levantar mi mirada sutilmente
Tus ojos complacientes me demuestran
Que compadeces y comprendes nuevamente
La naturaleza de mi romántico ademán.

E indagando en la confusa situación
Interpelas mi tenaz decisión
De aferrarme a un rostro que no brilla,
Ni sueña ni susurra por mi voz.

Y nuevamente el silencio me señala,
Evidente responsable de mi obrar,
Acusándome de terco y necio
Sabiéndome conocedor de algún final.

Y es que ciertamente sobre mí espalda pesa
El innegable capricho del deseo,
Que ilusorio alimenta mi existencia
Aún sabiéndolo un placebo temporal.

Y de repente fuertemente me sacudes
Intentando devolverme mi razón
Al verme lejos de un final al menos triste,
Más bien en total desolación.

Y es el rechazo el que resuena en mis oídos,
Y el destrato que mis manos han sentido,
Lo que contigo aún aqui a mi lado
No razono y no logro asimilar.

Y si me preguntas nuevamente luna mía,
Si más vale su presencia o mi entereza
Ya conoces la respuesta aunque pese:
La tristeza mi camino va a adornar.

La vida de las mariposas

Amanecer

Iluminando mi rostro y y adornando mi andar
Devolviste el semblante que temía olvidar.
Encarnaste anhelos superando recuerdos
Con simpleza y pureza que no supe abrigar.

Acostumbróse mi cuerpo a tu simpatía
A andar a tus tiempos y siempre en cercanía.
Olvidé mis pasiones y aún así vivía
Con la certeza de que esto nunca se acabaría.

Siete primaveras endulzaron mis días
Con graciosas memorias que no habré de olvidar,
Y celebraba orgulloso tan sublime conquista
Aunque en silencio que no supe evitar.

Ocaso

Mecíanse las hojas en gracioso descenso
Mientras mis ojos nublados no dejaban de negar
El irremediable destino de un hijo del alma
Que con ni en mil años acabaré por llorar.

Y caían sobre mis hombros infudados pensares
Que ingenuamente me hicieron creer
Que perdiendo la voz que alegraba mis sueños, 
A mi lado y por siempre ibas a florecer.

Más poco duró aquél breve trecho
En que juntos los dos lloramos pecho a pecho
Andróginamente cobijando el amor
Ocultando el sentir de un pútrido hedor.

Y fue así que en somnoliento imprevisto
Cambiaste mis sueños por un crudo adiós,
Despojando de un soplo a mi cuerpo y alma,
Olvidando promesas que el tiempo borró.

Persistencia

¡Piérdanse en el triste vacío! Presos de la vergüenza que nunca debió ser, pudran los penosos restos de sí tras insólitos barrotes de labios cosidos con la punzante aguja del pudor. Más si no fuera por él la vergüenza sería suya! 


¡Piérdanse! Abandonen el recinto, más ya no son bienvenidos aquí. Hermosos rostros y prendas que supieron cautivar mi sentir hasta entumecer mi razón, hoy reniego de ustedes. Sensual perfume del cielo eran sus perlas hasta que hoy reveláronse con putrefacta verdad los frágiles hilos de los miembros que condicionaron tu libertad. Más no eran cielo, y por mucho menos perlas, sino oscuro vacío de profunda perdición. Y más fuerte es la fuerza de la negra pupila que el dulce zafiro que en principio se vio, siendo ésta la amarga trampa en que este ingenuo no reparó. 



¡Piérdanse! Volteo y aquí siguen, más no algo no entiende de razones aquí. ¡Piérdanse y dejen de observar! ¡Quiten sus manos de mí! ¡Piérdanse y retiren de aquí todo vestigio de su recuerdo en mí! Pues lejos su cuerpo su esencia perdura rondando senderos prohibidos con vanas palabras y jugarretas que ofuscan mi pensar. ¡Piérdanse! ¡Exijo lo que es mío! 
Devuélvaseme cada rincón de los transitados y caminos, no importa cuán lúgubre sea su final. 


¡Piérdanse! No hay lugar para ustedes aquí, en tierras injuriadas por caprichosas conjeturas, bastardeadas y pisoteadas por sus propios creadores. ¿Acaso no basta el desolado paisaje? ¡Piérdanse! ¡Repúgnanme ustedes y sus vulgares hilos, aquellos de pésima estirpe de títere viejo, del cual bien regañaban al un tercero asomar! 


¡Piérdanse! ¡Por más le intente no les puedo borrar!

Abril II

Y es tu luz hoy tan sólo una mueca,
Hoy tan sólo un recuerdo que susurra distante
Y entre sueños hoy te encuentro.
Y doblegas anhelos, asumiendo que el tiempo
En que juntos brillamos ya no volverá.

La Ilusión

¿Estás aquí? Porque yo puedo verte...
¿Realmente estás aquí? Porque yo aún te siento...
¿Estuviste aquí? Mas bien, creo que sólo te siento...
Puedo verte, pero jamás fue aquí.

Reincidente

Son aquellos momentos de espera
Etéreo viaje siempre de ida,
Suspendido en el ensueño de la seda
De tus cabellos y el cielo en tu mirar.

Y aunque voltee mi espalda hacia tu pecho
Y me marche con la frente hacia lo alto
Pasa el tiempo y me encuentro tristemente
Reincidente en tus ojos anhelar.

Mas no importa cuánto sea mi deseo,
Por las noches agoviado aquí me veo
Maldiciendo uno a uno tus recuerdos
Porque mi luna nunca tuvo tu brillar.

Conclusión funesta

¿Qué es de un cuerpo sin vida?
¿Y qué es de una vida sin amor?
¿Y por qué pasar una vida soñando en el cuerpo que no soy?
Abandonar el muerto cuerpo no es morir.

Abril

Nuevamente el ensueño me arrebata
Gratas muecas remembrando la sonrisa
Que en un tiempo ya lejano esculpías
En mi rostro con tu simpleza y alegría.

Breve lapso en que en la noche sorprendiste
Simulando tenue sol de primavera.
Suspiraba en inocente regocijo
Por tu aliento tan preciado recobrar.

Y sutilmente mi sonrisa transformóse
En angustioso grave llanto que no olvido,
Suplicante al sentir que entre mis brazos
Escurríase tu belleza, fiel amiga.

Sobre el olvido.

Abandonar vanas ilusiones siempre es gran alivio para la propia alma y exoneración para el rechazo de un tercero. Todos contentos.

Soñador


Y es nuevamente la luna quien interpelaSutíl y discreta consonante con la brisaDe la espesa noche allí en Cuyo:
¿Eres consciente de ser siempre un soñador?

Mientras la inmensidad del paisaje me recuerda
La lejanía de mi triste procedencia,Algo de sí profundo en mí más bien fomentaMi inevitable y romántico ademán.

Y es ciertamente este innegable infortunio
El que distante e inocente me permite
Soñar contigo, lo que he visto e idealizo,
Sin jamás poder ese ideal decepcionar.

II - El Velo, adagio expressivo


La impertinencia desdibujó mi mesura
Por mero capricho de Bacco,
Vulnerando todo artigulogio
Por domar mi penoso interior.

Y fue así que en inexorable reflejo
La perplejidad de zafiros provoqué
Al la altivez de tus manos conquistar
Con a las mías tras tímido ademán.

Y luego de esto no hay esmero que alcance
Para citar con palabras siquiera una parte
Del sublime sentir en el que sumióme al instante
La inesperada dicha de tu respirar compartir.

Más no duró mucho el efímero lápsus,
Pues yo soñaba mientras tú dormías,
E invadióme la angustia de la innegable realidad
Al notar que tus manos jamás dejaron de escamar.

Y era la inocente sobervia de tu temple
Quien la pureza de tus ojos escondía
Tras espeso y necio velo glacial
Privandonos en vano de su auténtico alumbrar.

E intentó la congoja muy profundo en mí irrumpir
Al por fin tu lánguida lengua articular
Aquellas palabras con las que callé al oír
El desgarrador grito de mi paisaje interior.

Más sólo por eso jamás hubiera renunciado
A descubrir la belleza de aquél tímido y preciado,
Ya hoy bien sabes, mi objeto deseado,
Y su corazón acariciar.

Y doy gracias a la tenacidad de inquirir,
Ya no en lo fugacidad de la seda de tus labios conquistar,
Más por el espeso velo que te ahogaba quitar.

Aprisionábate expectante mi suplicante mirada
Cuando por fin exhaló tu alma en dulce suspiro,
Envolviéndo mi cuerpo en un gozo perplejo,
La más bella escencia de tu aletargado interior.

Y aún después de tan bello y sincero acto
Reina y oprime en mí la nostalgia
Del indeseado posible de obligarme a olvidar
La proeza de tras el velo haberte podido observar.

Breve sentimiento del presente con reflexión futura

Quiero llorar, pero estoy seco por dentro.
Tengo mil lágrimas para derramar pero no tengo por quién.
Tendría por quién pero no me corresponde.
No me corresponde y aún así la pretendo.

Luego...

Muchos temen a la muerte,
Más yo la prefiero, a vivir sufriendo.

La culpa implícita

Todavía respiro el ya familiar aroma de tu sutíl presencia, y hasta todavía planeamos ansiosamente enmarañarnos en gestos sin reparar demasiado en el hedor del desgraciado cadáver del tiempo, que ya se comenzó a descomponer.
Lo impensado acusado de imprudencia trajo sorpresa: el preciado gusto de lo ya olvidado. Pronto las caricias se convirtieron en un eco más de las mudas palabras que en nuestro mirar se comenzaba a adivinar, mientras la injusta distancia ocultaba sus lenguas celosamente ayudada por la razón. Pronto asumiríamos el desgraciado final, pero aquellas palabras que nunca fueron voz ni susurro fueron cómplices en cada roce, denotando el genuino gérmen de lo que nadie osa decir, exonerando así toda culpa, pues jamás podría haber dejado de probar la dulzura del fruto que brotó el día en que todo lo que, quizás por ingenuo soñador, quizás por exigente, creía no podría encontrar. Y aunque me sienta inocente de cualquier acusar, pues ese cadáver sobre mí no ha de pesar, me veo obligado a esbozar mis tímidas disculpas.

Imprevisto

Durante dos años de soledad dibujé nostalgias de sombras. Recuerdos sin rostros ni nombre. Vestigios de sentimientos de meras siluetas que protagonizaban anhelos. Remembranzas y fantasías. Abrumado por tal inerte negrura osé aventurarme por los senderos de la imaginación, improvisando actores reales a aquellos rostros, todo en vano..
Y habrá sido por tanto recuerdo que aquella noche devolví tu rostro a tantas memorias. Y encontrándome hoy tan vanamente expuesto entiendo que fuiste experiencia, luego recuerdo, hoy rostro y sobre todo angustia.

Sobre el amor, el deseo y el sujeto




"Estamos más enamorados del deseo que del objeto deseado"F. Nietzsche, Más Allá del Bien y del Mal

Cuántas noches habré pasado anhelando mi deseo. Tan bellos recuerdos guardo, nostalgia de mil días. Y a todo esto yo he escrito:


"Abrazado por recuerdos sin rostro me encuentro. Extrañando sentimientos, mas no un nombre puntual..."

Al parecer es así, estoy enamorado del amor, más no de un nombre puntual. Quizás sea cierto esto, irrefutablemente cierto. Nada de aquellos sentimientos me queda, sólo recuerdos. Pero, ¿Cómo conocí el amor? Esta pregunta me lleva a creer que sólo conocí el amor, mi deseo, luego de haber amado al sujeto deseado. Qué extraño me resulta todo esto, construir los cimientos del más preciado deseo a partir de algo tan efímero, que el deseo perdure por sobre las ausencias y que el sujeto con el que uno aprende pase a ser sólo un bello recuerdo en el que formaba parte de aquella comunión llamada amor.
Luego, todo cesa, las promesas van dejando oír su último eco antes de fundirse en la eternidad del silencio desgarrando todo temple. El adiós significa la muerte de todo aquello que habíamos vivido, pero al menos hemos aprendido algo, conocido el sabor de nuestro deseo, y ¡Ay!, ¡Nunca más podremos librarnos de él!
Evidentemente este hallazgo en Nietzsche me trajo un poco de tranquilidad, pues al parecer no estoy tan loco. ¡Cómo amo el amor! Pero qué complicado resulta amar algo que jamás tendré. ¿Cómo abrazar un deseo, besar su rostro? Qué digo... ¿Cuál es su rostro? ¡Amo el amor! ¡Deseo el amor! ¡Amo el deseo! Pero sólo pude conocer el deseo a través de ojos reales, sinceros, efímeros pero tangibles. Definitivamente me es inevitable, amo el amor, pero necesito amar. Un necio sería si lo negara, pues mi propia cita me lo recordaba líneas después:

"Abrazado por recuerdos sin rostro me encuentro. Extrañando sentimientos, mas no un nombre puntual.Pues ese negro vacío en la imagen tomó prestada. Un angelical rostro sin permiso."


Luego de haberlo conocido, amar al deseo es totalmente natural, pero ¿acaso puede uno amarlo sin haberlo conocido mediante el sujeto? Proclamar que sólo amamos el deseo mientras que nos tiene sin cuidado el sujeto es engañarnos a nosotros mismos, canalizar la frustración del evidente fracaso en la eterna búsqueda del sujeto que nos haga sentir lo más cerca posible al deseo tras un vanidoso velo de falsa autosuperación.

Con todo esto ¡cómo no desear sujetos que me acerquen al deseo! ¡Y cómo no amar a aquél que tanto me acercaría a él!

La Memoria de la Luna

Luna, ancestral guardiana de mil sollozos,
Presta nuevo oído a esta penosa alma
Que en todas sus noches ha hallado consuelo
Mecida en tus maternales rayos,

Dialogando con su profundo silencio
Con tu nostálgica y fría voz,
Mientras callas al adverso mundo
Con tu baño de plata y paz.

Reconoce tu rostro de inmemorial sabiduría
En el fiel reflejo del vasto océano,
Que angustiosamente el paso del tiempo
Con sin fin de lágrimas ha sabido llenar.

Y es que hasta el viento con tanto vigor
Titira rugiendo tras la ciega ventana
Sin malicia aparente, más si honestidad
Recordandome a gritos mi gris soledad.

Y es la noche con su eterna negrura
Que inexorablemente mi pena despierta
Poniendo ante mi en bandeja de plata
Los restos del muy anhelado y preciado amor.

Y has sido tu, ojalá me perdones,
Quien en medio de esa uniforme negrura
Has iluminado con este mismo baño
El melancólico recuerdo de un tiempo anterior.

Tras estas palabras tu rostro mengúa
Mostrando iracunda tu filoso cuerno
Al creer al oír mis tímidas palabras
Equívocamente un injusto acusar.

Buscando tus ojos tras una inoportuna nube
Explico sereno aquellas palabras,
Agradeciendo a tu luz gozar de la dicha
De aún hoy en día el amor recordar.

Grito de piedra


Transita la brisa mis profundos vacíos
Dejando oir su penoso sollozo
Tras su caricia nostálgica
En mi reino azul ultramar.

Desgarra y penetra la fría mortaja
Cavando en el deseo de anhelos sin nombre
Opacando el reflejo de la ya viuda luna
Tras un inmenso velo de gris soledad.

A lo lejos resuena en abismos de tiempos
Un perpetuado grito de un mudo ancestro
Que sepulcral y sereno despide con resabio
Su último y querido suspiro intra aural.

Quedandose seco como sauce añejo
Contemplando absorto aquél último destello
Despide su escencia con una inmensa lágrima
Y secándola con un trémulo adiós.

Y así inerte en medio de vastas tinieblas
Posando sin vida junto a pútridas aves
Su silueta completa la marmórea fuente,
Fiel monumento de mi miseria interior.



Turner

Imágenes tomadas con William Turner como referencia. Me han dicho que no se parecen, y debo admitir que ciertamente no tienen mucho en común, pero hay algo que me remite a la asociación directa.


Heimwärts

Pequeño video que he hecho por mera diversión sobre un hermoso tema de Empiryum.

Ausencia

Triste corazón el que la distancia deja.
En el rincón de lúgubres grises
Se encuentra mi lira ahogada,
Sin el aire de tu aliento.

Espesura blanca, radiante como la nieve.
Brillantez endulzada por mi sentir.
Mi Estrella.
Triste corazón el que la distancia deja.

Rebalsa, rebalsa en acuosas sales.
Gime de dolor, triste corazón,
Desmembrándose con cada palpitar
Al mirar y no encontrarte,
Mi estrella.

Recuerda, rebalsa, añora, extraña
Recuerda, se ahoga...Te ama.

04/07/05

Historia de mi nacimiento

Mi dulce estrella guardiana me develó cómo fue mi nacer.
Sin saber realmente nada vine al mundo.
Con mi nacer empecé a aprender todo lo que ahora sé.
Mi estrella dulcemente me dijo:

"Fue muy simple,
Me miraste y te conquisté,
Moriste por mi,
Me besaste y volviste a nacer."

27/06/05

Ceniza ilusoria

Dibujabase mi silueta sobre el acogedor azul del lienzo celestial, que decorado con los más pequeños y brillantes diamantes acompañaban fielmente a la resplandeciente reina de las mareas, la imponente luna divorciada del sol. Desde lo alto de un cerro la contemplaba, más que atrapado y conmovido por su esplendor, fascinado por su inmemorable legado, totalmente bañado por su tenue luz, como alcanzado por una lluvia de ceniza que había reemplazado el vivo verde de la espesura del bosque por un nostálgico pero elegante plateado. Regocijada en alegría por tal grata imagen descansaba mi alma, librando su placer a lo más alto, intentando alcanzar la eternidad del cosmos con un profundo suspiro. Inmediatamente luego del breve lapsus de tranquilidad que invadió mi ser contrayeronse mis pupilas; el tan puro aire que embriagaba de alegría mi esencia se había desvanecido. Más que espantada por el miedo de caerse muerta levantose violentamente mi silueta en desesperado intento por volver a respirar el dulce aire que como delicia angelical tanta tranquilidad le había transmitido. Tras la primera bocanada de vacío como tajante látigo sentí en mi garganta el amargo sabor de la angustia. Alzaronse frenéticamente mis ojos, perdiéndose en lo más profundo del paisaje en desesperado intento por comprender el qué había pasado. Despojado del optimismo inicial divisé la luna, que como tétrica lámpara alumbraba la indeseada función que disfrutaban mil espectadores, ocultos tras antifaces de engañosas perlas y diamantes; y allí comprendí sin la mas mínima sutileza, la más cruda certidumbre de mi miseria. Y noté que aún sin aire aún vivía. Observé el paisaje intentando comprender. Ni un alma resonaba en la infinidad del bosque. Ni la mas solitaria de las criaturas de la noche era mi compañía. Encontré que engañado por mi superfluo observar no había sido capaz de notar que el brillante verde de los árboles había desaparecido ya hace tiempo. Ni una gota de vida quedaba ya en aquella madera. Desnudo había quedado el prado, que de bosque ya nada tenía. Y noté que lo que creía era la luz de mi alguna vez amiga luna no era más que verdaderas cenizas. Cerré mis ojos, levanté mis pálidas manos e inhalé suave y temerosamente la volátil ceniza que cubría su superficie. Súbita y repentinamente detuvose mi corazón con shockeante sorpresa. Reconocí en ella el más íntimo de los olores. El que creí era un dulce baño de tranquilidad propiciado por la más bella luna de invierno había resultado ser la ceniza de la ruina del más puro sentimiento, mi tan deseado elixir interior. La ruina del vacío de mi amor ya perdido amor. Espantado y con el ceño fruncido abrí mis ojos y noté que el azul del cielo era el más triste color melancolía y la presunta luz, la ya desenmascarada ceniza, el más desesperante reflejo de mi nostalgia interior. Me encontraba frente a mi mas profundo y lúgubre paisaje interior y mi gran confusión el reflejo del tan raro optimismo.

Barroque

Acerca del concepto:

El Barroco se muestra como una contraposición al Renacimiento, donde el arte se encontraba rígidamente estructurado por reglas y leyes, con un criterio estrictamente sobrio, para reemplazarlo por una nueva búsqueda de expresividad. Esta expresividad encontró en la ópera Italiana su su fundamental representante ya que le brindaba un alto nivel de dramatismo, expresividad y espectacularidad. El contraste se convirtió rápidamente en la forma adoptada por los artistas barrocos para representar estados de ánimo de la manera más marcada posible. En pintura este contraste fue llevado a su máxima expresión con la técnica del claroscuro. Junto a esta nueva concepción del tratado de la luz en el barroco también podemos encontrar no solo temáticas recurrentes sino también ciertos objetos o utilitarios como cráneos humanos y velas que se encontrarían presentes en gran parte de la pintura de este período, marcando una tendencia y estilo nuevo denominado tenebrismo.
El claroscuro fue una innovación del Barroco y, obviamente, tuvo como eje central la expresividad en la pintura, no en el dibujo como en el Renacimiento. Su máximo exponente fue Caravaggio, quien se radicó en Roma, y que con su técnica del tratado de las luces, las sombras y el color se convirtió en modelo de muchos otros pintores de este período. El tenebrismo barroco tuvo un lugar privilegiado entre las obras de Caravaggio, entre otros.






Si bien no es la intención de las siguientes fotografías ser una representación fiel del estilo del claroscuro y mucho menos del dramatismo barroco, creí pertinente incluir estos detalles para que comprendan la fundamentación o el trasfondo del concepto de las mismas.



...Tiempo, impiadoso pulso
de incorruptible oscilación,
agraviador de inestabilidad,
cégame hasta tu terminar.

Distancia, inquebrantable crematoriode tolerancia
,sembradora de malestar,
dormiré hasta tu muerte.

Requiem III

Ingenua la luz de la luna me abraza
tiñiendo de elegante plateado
parte de mi solitaria figura,
que aún en vano piensa en tí.
Arrancas de mí todo deseo
del aquí hoy vivir
al verse forzada al sin tí deambular.
Ser un vago espíritu errante,
vacío por dentro,
morando por los senderos de la melancolía.
Encontrando en cada figura
una imagen que no fue.

Y con tan duro pesar
desde lo más profundo de mi esencia
mi alma solloza sin fuerzas
rogando el final de su desgraciado alumbrar.

Con terrible eco sobre la vacía habitación
retuércense mis entrañas
como advirtiendo su goteante final,
mientras cegadas por dolor
mis pálidas manos auxilian mi ser
con el tajante brillo del filoso metal.

Adentrada la noche el cielo suplica
con piadosa lluvia para aquél destino cambiar,
pero ignorado por mi innegociable decisión
su ira desata con un violento chasquear.

Suspiro Intraural...

Empapado en furia me dirijo
hacia aquél verde paraíso donde rechazaste mi amor,
para convertirlo en mi tumba
y mi ya palpable final.

"Hasta aquí llegaron mis pasos,
mi aliento, mi sufrir.
De ahora en mas no será mi alma
la que arrastre los grilletes del
sufrimiento eterno del no tenerte.
Arrastraré mi esencia lejos de aquí,
donde tu nombre no sea más
que el mero recuerdo del porqué
habré quitado mi vida.
Y en mi epitafio no habrá
más que dos palabras:
María Magdalena"

Postmortem
María Magdalena:

¿Qué has hecho, alma mía?
Arrancaste de mí lo mejor que tenía.
Arruinaste esperanzas de por fin algún día
mi profundo secreto contar.
Más quizá no entiendas estas simples palabras
por la gran ironía que te robó de mi lado.
Y siendo ya tarde sólo tengo mis lamentos
de aquella seca tarde de otoño
por tu petición rechazar.
Y es que yo, tan triste e insignificante,
temíame indigna de tu vida acompañar.
Y es así que tras tal cobardía
ofrendo mi vida al dios Poseidón
para así ahogar mi tristeza en la esperanza
de reencontrarte y remediar mi fatal error.

Composición de la melancolía



Cuando el goce no es más que una antigua imagen
únicamente encontrada tras el desanimado hurgar
en tumultos de recuerdos, en absoluto contraste
con el inanimado presente,
hasta la última gota del ánimo se desborda
nublando incluso la más rígida mirada,
transformando súbitamente todo cimiento
sobre el que te creías fuerte.
Oscurecese el celeste cielo,
reemplazándolo por
un nostálgico azul melancolía
que aún adornando con dulce gracia el paisaje
no es más que el vivido reflejo del propio sentir interior.
Reflejada en los viejos cimientos, derretidos por la tristeza,
la propia silueta contemplas.
Y así la conciencia de la tan negada realidad
es apreciada en tercera persona,
al darse cuenta lo muerto por dentro y por fuera que se está.

In Memorian de una Ilusión



Seré el espejo de sus apatías
y estas el causal de nuestra disgregación.
Quebrantados en casi imperceptibles trozos
de sollozo y penurias
yacen sobre la inerte habitación
los retazos del malgastado empeño
de un deseante por retoñar del fracaso
anhelo de tan solo algo más
que con la propia sombra compartir.
Azotada bajo el chasquear
del inconsciente aunque no menos despiadado látigo
de un cegado violentador, dotado de incorresponido poder
facultado por uno mismo,
desgarra su último aliento de esmero
por el ya utópico deseo
de su andar con un tercero adornar,
mi ya exhausta alma, delega al sabio viento
Su futuro y devenir,
confiando un puñado del polvo
de sus ya desintegrados huesos,
y así viajar inmensidades hasta una
al menos de un tercero, sombra, hallar.

Metamorfosis de arbóreo


Y a veces quisiera mutar,
desvanecer la desgraciada forma
que en mi andar marchita el verde césped
tras la caída de mis corrosivas lágrimas,
en algo mejor, un árbol, porqué no.
Abandonar la razón humana,
perder el instinto.
No necesitar más que las saladas gotas
que del cielo, tarde o temprano,
indefectiblemente brotarán.
Despreocupar mi esencia de aquello que quizá
nunca tuvo sentido.
Ocupar tan sólo una pequeña parte
de un vasto jardín,
cautivando al menos a una persona
que a su verde consuelo acude.
Ser anfitrión de felinos,
hogar de graciosas aves que con su cantar
retribuirían el espacio cedido.
Tantos buenos motivos como para un tan simple
árbol desear ser.
Tan poco por lo que desear la animada existencia
aún desear preservar...
Fundirme en la eternidad del no volver a sentir jamás.

Nostalgias, preludio de un suicidio emocional.



Plasmandose sobre una fétida superficie
De cardiovascular silueta
Con supremacía se asoma por sobre el resto
De los amorfos sentimientos.

Siendo un inamovible halo de luz,
Que al descubierto deja las ruinas
De un desconsolado camino
Destrozado en nostalgias,
Que con omnipresencia vigila
Desde profundos y negros vacíos
Al alcanzarte impacienta, agraviado
Por el recuerdo de tu imágen.

Tiempo, impiadoso pulso
De incorruptible oscilación.
Agraviador de inestabilidades,
Cégame hasta tu terminar.
Distancia, inquebrantable crematorio
De tolerancia, sembradora de malestar,
Dormiré hasta tu muerte,
Para su figura reencontrar.

Alumbrada por luz de propia prodecencia,
Esculpida sobre marmóreas superficies,
Con magníficos detalles decoradores
De perfección, prominente eres.

Estira tu mano, aplaca sentires
Que agovian mi alma en autopersecusión.
Entibia mi razón, ofuscada en medio
De una gélida e injustificada imaginación.
Devuelve la vida a esta criatura
Que bajo el frío de tu ausencia
Frente al altar por tí construído

Su vida de aliento expiró.

Requiem II ( Suspiro Intraural )


Espíritu, sombra de la muerte
Llevame contigo.
Transformame en desgracia
Aliviando mi dolor.

Abrazo las sombras
De tristes recuerdos
Que al pensar incitan
Despertando fantasías.
Meditando finales
Al compás de la llama
De un desgraciado cirio
Que está a punto de extinguir.

Figuras, extrañas siluetas
Danzando en graciosas pasantías
Frente a mis ciegos ojos,
Replanteando tu accionar.
Abandonar el mundo terrenal.
Brillar en lo alto como polvo estelar.
Abandonar el aliento de tu lánguida lengua
(Y exhalar el contenido aire de tu alma...)

Espíritu, sombra de la muerte
Llévame contigo.
Transformame en desgracia
Aliviando mi dolor.
Enfríame en tu oscura cobija,
Deja atrás mi corpóreo existir.
Detén mi penoso latir
Para nunca mas mis nervios sentir.

Desmiembra mis fuerzas,
Contrae mis pupílas
Endurece mis dedos,
Aniquila mi existir.

"No te acuerdes, Señor, de sus pecados.
Señor, dirige sus pasos en tu presencia
Cuando vengas a juzgar al mundo por medio del fuego.
Concédele el descanso eterno,
Y que le alumbre la luz etema.
Libra, Señor, su alma
De las penas del infiemo.
Su alma y las de todos los fieles difuntos,
Que descansen en paz."

Postrado inmóvil
Palidamente yazco.
Cuán tríste me veo,
Mis ojos siguen abiertos.
Y aún en la vigilia del cuerpo
Aquí me veo, sin cuerpo, sin vida.
Perdída en el mas frío punto del cosmos,
Mi alma en pena...

Entre penumbras ahora veo
Antiguas y retorcidas almas,
Voluntariamente de sus cuerpos expropiadas,
Confinandose al eterno sufrir.
¿Qué tristeza terrenal
Podría compararse al sin cuerpo vagar
Embriagado en angustias,
Reflejo del extrañar?

Incorpóreo existir,
Penando eternamente
Con invisibles lágrimas
El inesperado dolor
Del nostalgico recuerdo
De un abandonado pasado.
Crujiendo fuertemente
En rabioso retracto
Mis grises ojos
En mis antiguos retratos
Llorando arrepentidos
Por todo aquello que
Aniquiló mi existir.

Retrato de una desdicha


"...Retazo de alma desmembrada en esperas
El ciego Sicario te sepultará.
Súmete de olvido, recubrete de polvo,
Agrieta tu temple.

Resuena en tu soledad...

Muere distante, incuba anhelos:
Melancólicos recuerdos,
Sumideros de estupor.
Muere distante, reposa en silencio.

Espera el momento de vislumbrar su esplendor..."