Ceniza ilusoria

Dibujabase mi silueta sobre el acogedor azul del lienzo celestial, que decorado con los más pequeños y brillantes diamantes acompañaban fielmente a la resplandeciente reina de las mareas, la imponente luna divorciada del sol. Desde lo alto de un cerro la contemplaba, más que atrapado y conmovido por su esplendor, fascinado por su inmemorable legado, totalmente bañado por su tenue luz, como alcanzado por una lluvia de ceniza que había reemplazado el vivo verde de la espesura del bosque por un nostálgico pero elegante plateado. Regocijada en alegría por tal grata imagen descansaba mi alma, librando su placer a lo más alto, intentando alcanzar la eternidad del cosmos con un profundo suspiro. Inmediatamente luego del breve lapsus de tranquilidad que invadió mi ser contrayeronse mis pupilas; el tan puro aire que embriagaba de alegría mi esencia se había desvanecido. Más que espantada por el miedo de caerse muerta levantose violentamente mi silueta en desesperado intento por volver a respirar el dulce aire que como delicia angelical tanta tranquilidad le había transmitido. Tras la primera bocanada de vacío como tajante látigo sentí en mi garganta el amargo sabor de la angustia. Alzaronse frenéticamente mis ojos, perdiéndose en lo más profundo del paisaje en desesperado intento por comprender el qué había pasado. Despojado del optimismo inicial divisé la luna, que como tétrica lámpara alumbraba la indeseada función que disfrutaban mil espectadores, ocultos tras antifaces de engañosas perlas y diamantes; y allí comprendí sin la mas mínima sutileza, la más cruda certidumbre de mi miseria. Y noté que aún sin aire aún vivía. Observé el paisaje intentando comprender. Ni un alma resonaba en la infinidad del bosque. Ni la mas solitaria de las criaturas de la noche era mi compañía. Encontré que engañado por mi superfluo observar no había sido capaz de notar que el brillante verde de los árboles había desaparecido ya hace tiempo. Ni una gota de vida quedaba ya en aquella madera. Desnudo había quedado el prado, que de bosque ya nada tenía. Y noté que lo que creía era la luz de mi alguna vez amiga luna no era más que verdaderas cenizas. Cerré mis ojos, levanté mis pálidas manos e inhalé suave y temerosamente la volátil ceniza que cubría su superficie. Súbita y repentinamente detuvose mi corazón con shockeante sorpresa. Reconocí en ella el más íntimo de los olores. El que creí era un dulce baño de tranquilidad propiciado por la más bella luna de invierno había resultado ser la ceniza de la ruina del más puro sentimiento, mi tan deseado elixir interior. La ruina del vacío de mi amor ya perdido amor. Espantado y con el ceño fruncido abrí mis ojos y noté que el azul del cielo era el más triste color melancolía y la presunta luz, la ya desenmascarada ceniza, el más desesperante reflejo de mi nostalgia interior. Me encontraba frente a mi mas profundo y lúgubre paisaje interior y mi gran confusión el reflejo del tan raro optimismo.

2 comentarios:

Z dijo...

No me gustan las palabras "frenéticamente" y "esencia" (esta última no me agrada porque me recuerda a un filósofo que me cae mal ¬¬).
Pero me gustó mucho la descripción de la luna, en el momento que la viste y demás (bah, no sé si lo escribiste vos u.u)

Beso costilla

Filia Tenebris dijo...

Muy bello =)

pero triste a la vez =(

besote nene!