Duérmete, niño.

Si el placer ha pesado más y  has probado la carne y el aliento, sucumbido ante algún temblor arropada en sábanas sin sueños. Si la certidumbre de un abrazo sincero, las miradas que se pierden
en sonriente hipnotismo, y la promesa implícita de la más pura entrega no han sido suficientes, me acerco lentamente hacia tu espalda, me detengo por última vez embriagado en tu perfume con un lento y suave respirar, me inclino y recojo mi tesoro con cuidado, le quito el polvo y cerrando mis ojos con un beso lo despido prometiéndole no descuidarlo ni exponerlo nuevamente en vano motivado por mi instinto soñador.

Mea Culpa

Intentando dejar atrás tu recuerdo entendí que difícil sería, pues nadie abandona un tesoro que sin buscarlo supo encontrar. Y aunque mi avaro deseo quisiera el total de tu  luz abarcar, nadie puede contener un Alma libre pero sí dejarse alumbrar. Y entre tanto negarte intentando encontrar por fin mi libertad, libre me declaro finalmente para intentar tu paso alcanzar.

Esperando el deseo

Reposo en mi lecho con mis labios bien secos,
Mientras el aire estanco reposa silente.
Sin embargo por dentro me aturden mil ecos
De agudos reproches que aleccionan lo ser.

Los nervios de mis ojos han sido cortados,
El vibrar de mis tímpanos también ha cesado.
Abstraído del mundo en un lapsus indeseado
Quemándome vivo por dentro y consumiendo mi ser.

Y es el olor de mi carne quemada,
El veloz rechinar de mis pelos arder,
Sumado al recuerdo de tu dulce presencia
El doloroso reflejo de sentir mi esencia arder.

Y ya resignado sabiéndome polvo
Levanto mis ojos hacia el vasto cielo
Buscando la luna entre tanta negrura
Maldiciendo la dicha de amar como sé.

Ya expiado y purgado el penoso pecado
Más que secos marchitos los labios quedaron,
Sin dulces palabras ni tan bellos nombres
Olvidando el sentido de su propio ser.

Vacío y perdido ahora me encuentro
Tras la lobotomía de este crudo impás,
Esperando cumplir el dichoso deseo
Que sonriendo a tus ojos supe pronunciar.