Duérmete, niño.

Si el placer ha pesado más y  has probado la carne y el aliento, sucumbido ante algún temblor arropada en sábanas sin sueños. Si la certidumbre de un abrazo sincero, las miradas que se pierden
en sonriente hipnotismo, y la promesa implícita de la más pura entrega no han sido suficientes, me acerco lentamente hacia tu espalda, me detengo por última vez embriagado en tu perfume con un lento y suave respirar, me inclino y recojo mi tesoro con cuidado, le quito el polvo y cerrando mis ojos con un beso lo despido prometiéndole no descuidarlo ni exponerlo nuevamente en vano motivado por mi instinto soñador.

No hay comentarios: