La vida de las mariposas

Amanecer

Iluminando mi rostro y y adornando mi andar
Devolviste el semblante que temía olvidar.
Encarnaste anhelos superando recuerdos
Con simpleza y pureza que no supe abrigar.

Acostumbróse mi cuerpo a tu simpatía
A andar a tus tiempos y siempre en cercanía.
Olvidé mis pasiones y aún así vivía
Con la certeza de que esto nunca se acabaría.

Siete primaveras endulzaron mis días
Con graciosas memorias que no habré de olvidar,
Y celebraba orgulloso tan sublime conquista
Aunque en silencio que no supe evitar.

Ocaso

Mecíanse las hojas en gracioso descenso
Mientras mis ojos nublados no dejaban de negar
El irremediable destino de un hijo del alma
Que con ni en mil años acabaré por llorar.

Y caían sobre mis hombros infudados pensares
Que ingenuamente me hicieron creer
Que perdiendo la voz que alegraba mis sueños, 
A mi lado y por siempre ibas a florecer.

Más poco duró aquél breve trecho
En que juntos los dos lloramos pecho a pecho
Andróginamente cobijando el amor
Ocultando el sentir de un pútrido hedor.

Y fue así que en somnoliento imprevisto
Cambiaste mis sueños por un crudo adiós,
Despojando de un soplo a mi cuerpo y alma,
Olvidando promesas que el tiempo borró.