El necio aprendizaje

 Ni ingratitud ni desprecio. Tampoco desinterés ni pedantería. Y es que quien supo conocer el cielo pierde el interés de lo terrenal. Claro que no eres deidad, eso lo aprendí mucho antes de tí. Pero el cielo en tu risa, la luz en tu mirada supieron ser el más bello, placentero y deseado alimento a mi ser.

Y así se suceden y transcurren los días, uno a uno sin que falte momento en que la dualidad de tu imagen no diga presente en mi ya cansado ser, pues la reminiscencia de tal esplendor compartido halla ecos en cada rincón y palabra que logre percibir. Cada rincón, espacio, sonido y palabra tiene en mi impregnada tu voz, tu aroma y el recuerdo de tu inolvidable y cálido abrazo. 

Y debatiéndome sin lograr decidir si odiarte o seguirte amando, no logro transitar el camino de la paz y el perdón. Quizás sea, vida mía, que abrazo el sufrirte para hacer carne mis errores y así aprender del haber sido capaz de descuidar y perder un gran amor.