Sobre el amor, el deseo y el sujeto




"Estamos más enamorados del deseo que del objeto deseado"F. Nietzsche, Más Allá del Bien y del Mal

Cuántas noches habré pasado anhelando mi deseo. Tan bellos recuerdos guardo, nostalgia de mil días. Y a todo esto yo he escrito:


"Abrazado por recuerdos sin rostro me encuentro. Extrañando sentimientos, mas no un nombre puntual..."

Al parecer es así, estoy enamorado del amor, más no de un nombre puntual. Quizás sea cierto esto, irrefutablemente cierto. Nada de aquellos sentimientos me queda, sólo recuerdos. Pero, ¿Cómo conocí el amor? Esta pregunta me lleva a creer que sólo conocí el amor, mi deseo, luego de haber amado al sujeto deseado. Qué extraño me resulta todo esto, construir los cimientos del más preciado deseo a partir de algo tan efímero, que el deseo perdure por sobre las ausencias y que el sujeto con el que uno aprende pase a ser sólo un bello recuerdo en el que formaba parte de aquella comunión llamada amor.
Luego, todo cesa, las promesas van dejando oír su último eco antes de fundirse en la eternidad del silencio desgarrando todo temple. El adiós significa la muerte de todo aquello que habíamos vivido, pero al menos hemos aprendido algo, conocido el sabor de nuestro deseo, y ¡Ay!, ¡Nunca más podremos librarnos de él!
Evidentemente este hallazgo en Nietzsche me trajo un poco de tranquilidad, pues al parecer no estoy tan loco. ¡Cómo amo el amor! Pero qué complicado resulta amar algo que jamás tendré. ¿Cómo abrazar un deseo, besar su rostro? Qué digo... ¿Cuál es su rostro? ¡Amo el amor! ¡Deseo el amor! ¡Amo el deseo! Pero sólo pude conocer el deseo a través de ojos reales, sinceros, efímeros pero tangibles. Definitivamente me es inevitable, amo el amor, pero necesito amar. Un necio sería si lo negara, pues mi propia cita me lo recordaba líneas después:

"Abrazado por recuerdos sin rostro me encuentro. Extrañando sentimientos, mas no un nombre puntual.Pues ese negro vacío en la imagen tomó prestada. Un angelical rostro sin permiso."


Luego de haberlo conocido, amar al deseo es totalmente natural, pero ¿acaso puede uno amarlo sin haberlo conocido mediante el sujeto? Proclamar que sólo amamos el deseo mientras que nos tiene sin cuidado el sujeto es engañarnos a nosotros mismos, canalizar la frustración del evidente fracaso en la eterna búsqueda del sujeto que nos haga sentir lo más cerca posible al deseo tras un vanidoso velo de falsa autosuperación.

Con todo esto ¡cómo no desear sujetos que me acerquen al deseo! ¡Y cómo no amar a aquél que tanto me acercaría a él!